Starry Night - Van Gogh

Starry Night - Van Gogh
Starry Night

martes, 16 de febrero de 2010

Huracán cósmico

“Nubes negras como negras montañas del averno, corrían por el ancho éter a velocidades imposibles; la pavorosa negrura del cielo, un temor inefable, la certeza de algún desorden cósmico, los planetas cayendo, subiendo, acercándose, danzando espantosamente; ¡Dios mío! recuerdo al ominoso saturno, con sus anillos de asteroides, reptar por el espacio, abriéndose paso por entre las nubes negras como la pez, y la luna, la dulce luna envuelta en ciclópeos tornados de bruma cenicienta…
De repente, azotaron las oscuridades estelares, sordos relámpagos gigantescos. Por el intersticio de las nubes se entreveían las venas blanquecinas de las poderosas descargas eléctricas. Cada vez mas, y mas relámpagos iluminaban con un presagio de hecatombe, era el silencio fúnebre que precede al desastre.
Un rayo blanco desgarró los oscuros vellones con un rugido atronador. Le sucedieron otros, cada vez mas frecuentes, cuyos estampidos resonaban como la detonación de cien bombas atómicas… ¡Dios, un poderosa tormenta, un caos ensordecedor de viento y polvo, comenzó a azotar los edificios arrojándolos como hojas secas por los aires; las formas se borroneaban antes de ser devoradas por el furioso huracán, consumiendo partícula a partícula, para luego destruirlas como si estuvieran hechas de arena seca!
Acodado en un terraza, esperando lo inevitable, viendo caer los edificios, desintegrarse las casas, desgajarse a jirones el cielo, aguardando que el infausto ciclón pasara por allí, y me lleve al fin con él, al país del arcano, a las terribles tierras de lo desconocido, donde los muertos viven la muerte eterna”

Atlantis

En un espacio terroso, el interior de una gruta, en las entrañas de alguna montaña me encontré caminando sin destino. Anduve por estrechos pasillos de barro, a tientas, en completa oscuridad. Un voluntad ciega guiaba mis pasos; allá a lo lejos, pude distinguir una luz mortecina. Con esfuerzo conseguí arrastrarme, ya que el techo de aquel pasadizo habiase reducido considerablemente. Palpando con mis manos hacia arriba descubrí que iba ensanchándose nuevamente por lo que pude incorporarme y caminar más deprisa. La luz, que se hacía cada vez mas intensa, verdeaba las paredes con vetas onduladas, lo que denotaba algún tipo de movimiento. Pensé que seria alguna pantalla colgante, que por acción de alguna correntada de aire producía aquel juego de colores. Al llegar a la puerta de la caverna descubrí no sin sorpresa, que la luz provenía desde la parte superior. Era esta una habitación muy pequeña de forma irregular, más parecida a un hexámetro, que a un cuadrado; pero lo más sorprendente era la constitución del techo. Un lago invertido colgaba o flotaba sin derramar una sola gota de agua; peces de color rojo, como recubiertos de sangres solares, otros de lomo plateado, azules como el zafir, los había de todas clases y tamaños; nadaban pacíficamente describiendo en las paredes fantásticas formas multicolores. Jamás había visto espectáculo tan maravilloso; el sol iluminaba el pequeño lago desde arriba, logrando el efecto de un prisma. Este lago invertido estaba profusamente invadido por algas, y otros tipos de plantas marinas de colores desconocidos; se aproximaban a los verdes, turquesas, azules.
Una tentación de tocar las trémulas aguas, hizo que me acercara un poco más.
Al estirar un brazo, lentamente, como no queriendo romper algún hechizo, temiendo que aquella enorme masa liquida se desmoronara sobre mi, extendí mi mano y con gran nerviosismo y expectación acaricie las fulgurantes aguas de esmeralda…

Híbrida

“La mente, urdidora nocturna, tejedora de ilusiones, creadora de imágenes aterradoras o fantásticas, no escapa a la mísera condición del ser humano en la vigilia.”

“El cielo fulguraba con una pálida, difusa luz anaranjada, a la hora del crepúsculo; rosas, violetas y azules se fundían en el horizonte como vivos óleos en un cuadro fantástico. Caminaba sin rumbo por una calle sumida en una triste penumbra azulada. La tinta amarilla de las luces de los faroles cortaba el azul con rectángulos brillantes. Había en ella algunas vidrieras iluminadas; ingresé, impulsado por una voluntad inexorable, en un comercio que llamo mi atención; brillaban en las góndolas variedades de productos que no recuerdo. Un ángel o un demonio se presento ante mis ojos. La reconocí de inmediato, ella hizo lo propio, aunque sin sorpresa alguna, como si fuera natural encontrarnos en aquel lugar y en aquel preciso momento; conversamos de algo que ya no recuerdo, y salimos del aquel lugar. Un sentimiento patético me embargaba en aquel instante fatal; hubiese querido vivir para siempre o morir allí mismo, en su dulce, angélica compañía, como en mundo crepuscular, en aquellas calles eternamente bañadas de ámbar, donde el dolor y la felicidad se fusionaban maliciosamente. No alcanzaba a entender el sentimiento ambivalente que me poseía, ya que el súcubo estaba allí, y me sonreía encantadoramente mostrando sus dientes blancos y sus dulces ojos, que centelleaban con fulgores de nácar. Pero aquel mundo se desvaneció; mi amado vampiro echó a correr de repente, y a gritos la llamé desesperado; una vez que la hube alcanzado, el ángel infernal rompió en llanto, las lágrimas, como brillantes gotas de diamante líquido, rodaron por sus mejillas; al levantar la vista, sus ojos anegados, que tenían en su mirada un punto de maldad, se clavaron en mí; las deliciosas aguas de su órbita tremolaban con inefable turbación… no recuerdo lo que dijo, pero aun sueño con las fúlgidas estrellas de sus ojos, con la dorada miel de sus pupilas. Aquello fue lo último que mi atormentado cerebro pudo retener… las imágenes se desvanecieron vaporosas como nubes de humo; comprendí entonces aquella sensación de pesar... el reencuentro era ficticio, lo supe al despertar, de vuelta a la ordinaria vida, henchida de hastío, y solo recuerdo mi profunda, inmensa tristeza, ante la certidumbre de que sólo había sido un sueño…